Dicen que los hombres sabios van en busca de las
preguntas
Los ignorantes en busca de las respuestas
salva lorén
Al franquear la puerta del numero cinco de Crellestrasse, me llega a los
ojos, que no paran de preguntarse qué hacen todas aquellas cosas colgadas sobre
la pared, piezas sin conexión alguna entre ellas. Lentamente me embarga una
extraña sensación de incomodidad y como si algo estuviera perturbando una idea
prefijada que ahora resulta equivocada.
Había algo dentro del espacio que alteró el alma y atrajo a la vez. Objetos
que a primera vista no soy capaz de reconocer y que me resulta difícil dar una
explicación racional. Objetos mudos que cuelgan, o bien se apoyan dentro de la
misma pared o en una humilde peana casi invisible que permite al objeto todo su
protagonismo. ¿Qué son todas aquellas piezas y quien las ha colgado allí en el
centro de la nada una pieza aislada de las demás al lado de una piedra y esta
al lado de un hueso o un simple trozo de piel? Todo parece indicar que se trata
de un perturbado o una artista que pretende llamar la atención de un público
desorientado. Ni uno ni lo otro. Un aroma parece orientar tus pensamientos de
nuevo para concluir que un narrador anónimo pretende decirnos algo.
Me fijé, a pesar de su notable diferencia, en que todas las piezas
expuestas guardan una relación entre sí. Que sin duda todo esta conectado. Un
fino hilo invisible hilvana pieza a pieza para concluir en un texto maravilloso
y surrealista.
La sala es el contenedor, la puerta a Crellestrasse una de sus
tapas, y otra, casi invisible, puerta su
otra tapa para dejarme paso a un rincón sujeto a los vaivenes del espectador
que tiene la dicha de poder admirar un catalogo aun por concluir. Algo más guarda
el conocimiento y sin dudarlo me adentro
en el más absoluto de los conocimientos. Los objetos aún por narrar, dispuestos
en grupos, por formas y su peso específico, La medida de peso se convierte en el índice donde ofrecernos
una orientación del contenido de ese centro del conocimiento.
Objetos sencillos, utilitarios y poseedores de una vida común. Anónimos
elementos a punto de ser preguntados. Nada me contradice que trata de un
archivo de cosas encontradas.
Aspiré de nuevo un cierto aroma pero en esta ocasión era de envidia
irrefrenable. Algunos de aquellos objetos que se dispersaban a mi vista como un
lienzo barroco, eran los personajes de mi imaginario. Se hacían reales al
instante todos mis esbozos, apuntes de mi próximo proyecto, con cajas como
contenedores, dioramas escenográficos donde esos mismos objetos iban a
encontrar su hilo narrativo.
Cada átomo, cada partícula y esencia misma tomaba vida y entablaba una
particular conversación con sus semejantes. Un hombre de oído atento podría
haber escuchado como los objetos iban relatando su particular sentido de la
vida.
Había tantas cosas que escuchar que me dispuse a dejarme atrapar por todos
aquellos seres no narrados.
Aquella no era la sala de los objetos absurdos. Tan sólo significaba que había encontrado, por fin, todas las cosas
que sabían demasiado.
El museo de las cosas inauditas es un lugar para las cosas prodigiosas, un lugar literario, donde se presenta la parte maravillosa e increíble de la realidad.
Museum der unerhörten Dinge
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